En 1990 escribió su último ensayo «La Guerra, La Paz, Los Pueblos».
Olga Poblete nació en la ciudad de Tacna el 21 de Mayo de
1908, ocupada por Chile a raíz de la Guerra del Pacífico, hija de Luisa
Poblete, joven mujer soltera.
Se trasladó a Santiago de Chile donde continuó sus estudios
en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile como otros miembros de la
llamada "juventud de 1930" que destacarían en el magisterio y la
cultura chilena, como Olga López, Julio Heisse González, Mario Góngora, Néstor
Meza, Eugenio Pereira Salas y Hernán Ramírez Necochea entre otros. Allí se
graduó en 1929 como profesora de Historia, Geografía e Instrucción Cívica.
Olga Poblete tuvo una activa participación política.
Afirmaba que «cierto es que la rebelión es la última instancia, pero ¿hasta
dónde puede conducir la acumulación de últimas instancias? No puede haber
orden, afirma la máxima jurídica, donde imperen la postergación, la
arbitrariedad, la injusticia”
Al estallar la Guerra Civil Española Poblete se solidarizó
con el bando republicano participando en la organización Socorro rojo que
juntaba alimentos y medicinas para los refugiados. Militó en el Frente Popular
que condujo a la presidencia en 1938 a Pedro Aguirre Cerda.
Fue profesora y fundadora del Liceo Experimental Manuel de
Salas, primer centro de experimentación para la enseñanza secundaria, del cual
afirmaría que «fue un espacio magnífico de estudio y creatividad, cargado de
desafíos, que provenían tanto del ensayo pedagógico como de la carga de
prejuicios y agresivo cuestionamiento que aportaba la comunidad vecina».
Sobresalió también en la enseñanza universitaria como
profesora de Historia de Extremo Oriente y África del Departamento de Historia
de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, primera
catedrática universitaria en América Latina.
En 1939 fundó junto a su amiga la militante Elena Caffarena
y a Graciela Mandujano el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile
(MEMCH). Poblete diría que «El MEMCH fue para mí una gran escuela de
civismo-feminismo. Hasta entonces yo había enseñado Historia en "género
masculino"; hablaba de sucesos protagonizados por gobernantes, líderes,
escritores, filósofos. Comencé a preguntarme: Y las mujeres, ¿dónde estaban?
¿Qué hacían? Elena Caffarena y Marta Vergara sabían mucho más que yo, por sus
lecturas y un gran caudal de reflexiones. De ellas comencé a comprender y a
ponderar».
En 1940 viajó a Estados Unidos para perfeccionar sus
estudios de docencia en historia y geografía y pocos años después «el
lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y el fuerte racismo imperante la
hicieron integrarse al movimiento pacifista».
Regresó en 1947 con un Magister en Educación de la
Universidad de Columbia y ese compromiso y cuando en 1948 se creó el Movimiento
de Partidarios por la Paz fue de las primeras en sumarse siendo nombrada
secretaria general, tarea que la llevó a exponer en diversos foros su tesis que
sintetizaba con la frase "Nada de lo humano me es ajeno".
En Santiago retomó sus contactos en la militancia social y
feminista: Amanda Perotti, Marta Lara, María Marchant, Amanda Labarca, Elena
Caffarena, Aída Parada, Eulogia Román y Graciela Mandujano entre otras.
En 1952 obtuvo la cátedra de Historia en el Instituto
Pedagógico siendo luego nombrada profesora titular de la Facultad de Filosofía
y Humanidades de la Universidad de Chile, institución de la que llegó a ser
decana en 1970.
Escribió libros de enseñanza de Historia Universal, cultura
china y numerosas biografías, entre ellas una dedicada a su amiga y camarada
Elena Caffarena. Entre otros galardones obtuvo EN 1962 el Premio Lenin de la
Paz junto a Konstantin Simun (Unión Soviética), István Dobi (Hungría), Faiz
Ahmed Faiz (Pakistán), Kwame Nkrumah (Ghana), Pablo Picasso (España), Georgi
Traikov (Bulgaria) y Manolis Glezos (Grecia).
Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 la
dictadura de Augusto Pinochet intervino la Universidad de Chile. Olga con 75
años no se amedrentó ante la creciente represión y organizó las denominadas
"canastas alimenticias" para los obreros, dio charlas, montó
exposiciones e «impulsó con su ejemplo a las organizaciones de mujeres para
unirse ante la dictadura», transformándose tal como ella misma definiría en una
«educadora clandestina».
Murió en Santiago de Chile el 17 de julio de 1999 «siendo recordada por generaciones de sus ex alumnos y alumnas por su calidad humana y su empeño en formar personas solidarias y conocedoras de la realidad chilena».